Ulises. James Joyce
Bloomsday (Tal dia com
avui es celebra a Dublin el Bloomsday doncs l’acció de l’Ulises transcorre el
16 de juny i dues hores del 17, durant
18 hores. Una per cada capítol). Bloom és el protagonista.
Mentiria si digués que soc un enamorat de l’Ulises de Joyce.
És un llibre que vaig abandonar dues vegades i només a la tercera el vaig
aconseguir acabar, tot i ser conscient que la meva limitada capacitat no podia
aprehendre tot el seu contingut. Hi ha tractats sencers sobre el tema.
Però lo important no és menjar molt si no quedar satisfet. Un
sol aspecte, i encara formal, ha estat suficient per fascinar-me i sadollar-me.
Aquest és l’anomenat “pensament interior”.
La meva amiga Montserrat Obiols, quan parla, sovint no acaba
la frase si no que amb un gest de la ma et ve a dir tota la resta de
l’expressió. Què vull dir amb això? Vull dir que la Montse és una demostració
clara de que la paraula és exasperadament lenta per transmetre el que bull en el nostre
pensament. La velocitat amb que es desenvolupen els conceptes, les imatges, la
percepció d’inputs externs, els senyals que envia el nostre cos al cervell, el
que veuen els nostres ulls a fora... tot això a l’hora, és impressionant. És
gaire bé impossible expressar-ho. La major part de la informació s’escapa.
Doncs bé, això és el que Joyce intenta fer. El resultat és
fascinant. Uns segons del conjunt de coses que passen pel nostre cervell es pot
convertir en un relat de vàries pàgines. No sé explicar-ho millor, em limitaré
a copiar-ne un fragment, i si així animo a algú, em consideraré recompensat.
(Tinc l’edició en castellà de JM Valverde. Transcric tal qual). Mister Bloom
surt a la cantonada a comprar un ronyó per esmorzar:
- Doy una vuelta
hasta la esquina. Vuelvo en un momento.
Y, cuando hubo
oído su voz decirlo, añadió:
-¿No quieres nada
para el desayuno?
Un blando gruñido
soñoliento contestó:
-Mn
No. No quería
nada. Oyó entonces un caliente suspiro profundo, más blando, al darse la vuelta
ella, con un tintineo de las arandelas de latón sueltas, en el jergón. Tengo
que mandarlas arreglar, realmente. Lástima. Desde Gibraltar, nada menos. Ha
olvidado el poco español que sabía. No sé cuanto pagaría su padre por esto.
Estilo antiguo. Ah, sí, claro. Lo compró en la subasta del gobernador.
Adjudicado enseguida. Duro como una piedra para regatear, el viejo Tweedy. Sí
señor. Fue en Plevna. He ascendido desde soldado raso, señor, y a mucha honra.
Sin embargo tuvo bastante cabeza como para hacer aquel negocio de los sellos.
Bueno, eso sí que fue previsión.
Su mano descolgó
del gancho el sombrero, encima del abrigo grueso con las iniciales, y el
impermeable de segunda mano, de oficina de objetos perdidos. Sellos: estampas
de revés pegajoso. Estoy seguro de que hay un montón de oficiales metidos en
negocios. Claro que sí. La sudada inscripción en la coronilla del sombrero le
dijo mudamente: “Plasto’s sombrero Alta Cal”. Atisbó rápidamente dentro de la
badana. Tira blanca de papel. Bien segura.
En el umbral, se
tocó el bolsillo de atrás buscando el llavín. Ahí no. En los pantalones que
dejé. Tengo que buscarla. La patata sí que la tengo. El armario cruje. No vale
la pena molestarla. Mucho sueño al darse la vuelta, ahora mismo. Tiró muy
silenciosamente de la puerta del recibidor detrás de sí, más, hasta que la
cubierta de la rendija de abajo cayó suavemente sobre el umbral, flácida tapa. Parecía
cerrada. Está muy bien hasta que vuelva, de todos modos.
Cruzó al lado del
sol. Evitando la trampilla suelta del sótano en el número setenta y cinco. El
sol se acercaba al campanario de la Iglesia de San Jorge. Va a ser un día
caluroso, me imagino. Especialmente con este traje negro lo noto más. El negro
conduce, refleja ( o refracta?) el calor. Pero no podía ir con ese traje claro.
Ni que fuera un picnic. Los párpados se le bajaron suavemente muchas veces
mientras andaba en feliz tibieza. La camioneta del pan de Boland entregando en
bandejas el nuestro de cada día, pero ella prefiere las hogazas de ayer,
tostadas por los dos lados crujientes cortezas calientes. Te hace sentirte
joven. En algún sitio por el este: ponerse en marcha al amanecer, viajar dando
la vuelta por delante del sol, robarle un día de marcha. Seguir así para siempre,
sin envejecer nunca un día, técnicamente. Caminar a lo largo de una plaza, en
país extraño, llegar a las puertas de una ciudad, un centinela allí, también un
veterano, los grandes bigotes del viejo Tweedy apoyándose en una especie de
larga jabalina. Caminar por calles de celosías. Caras enturbantadas pasando.
Oscuras cuevas de tiendas, alfombras, un hombretón. Turko el Terrible, sentado
con las piernas cruzadas fumando una pipa retorcida. Pregones de vendedores por
las calles. Beber agua perfumada con hinojo, sorbete. Andar errando todo el
día. Podría encontrar algún que otro ladrón. Bueno, pues a encontrarlo. Se
acerca la puesta del sol. Las sombras de las mezquitas a lo largo de las
columnas: sacerdotes con un pergamino en lo alto, enrollado. Un estremecimiento
de los árboles, señal, el viento del anochecer. Sigo adelante. Cielo de oro que
se desvanece. Una madre llama desde la puerta. Llama a casa a sus niños en un
oscuro idioma. Alto muro: detrás, cuerdas pulsadas. Noche cielo luna, violeta,
color de las logas nuevas de Molly.
Cuerdas, Escuchar.
Una muchacha tocando uno de esos instrumentos, cómo se llaman: dulcemeles.
Paso.
Probablemente no
es ni pizca así en la realidad- Tipo de cosa que se lee: tras las huellas del
sol. Estallido de sol en la portada. Sonrió, complaciéndose a sí mismo- Lo que
dijo Arthur Griffith de la cabecera sobre el artículo de fondo de Freeman: un
so, de auronomía elevándose en el noroeste desde el callejón de detrás del
Banco de Irlanda. Prolongó su sonrisa complacida. Toque judaico ese: sol de auronomía elevándose en el
noroeste.
I Complementàriament a això recomano pels que no acabem de
“copsar” Ulises dues obres “menors”, “El retrat de l’artista adolescent” i “Dublineses”,
que com ja he dit anteriorment en algun
lloc, no és només el títol de la pel·lícula que coneixem si no el nom d’una
sèrie de 15 petites narracions sobre la gent de Dublin.
A “Retrat de l’artista adolescent” , de forma novel·lada,
Joyce aborda la seva joventut o la de la seva generació. La primera infància és
un breu record. La infància i l’adolescència a col·legis de capellans estan
plens de por al pecat i a l’infern. En una descripció bastant objectiva (ho puc
dir perquè alguns encara vàrem patir aquesta tortura i ho podem testimoniar)
critica aquell model educatiu/religiós. De cop fa un salt, ja és universitari i
canvia l’estil. Comença a sonar com l’Ulises. És un petit tast, per fer-se’n la
idea.
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